Chillida Belzunce como antídoto

2 de noviembre de 2011


Todos los que dejamos el sabor a sal en la piel, el xirimiri que te moja por dentro y por fuera, el rayo de sol naranja sobre las olas del Paseo Nuevo un atardecer de junio, la fina arena húmeda de la playa de tu infancia y sueños, la txanpa perfecta en el Muro sobre la tabla blanca con una raya azul; el beso, el primer beso, como el sabor de la primera frase, sal y fruta en los labios como cuando saben a fresa y a helado caliente porque se derrite mientras abajo, se mece la Bahía.

Sobre el alféizar, palabra que alcanza su plenitud desde donde escribo, Granada, las herramientas para transmitir todo estos recuerdos que son cosas que empiezan por ese, como sentimientos, como sensaciones, como San Sebastián.

Con estas herramientas sobre el alféizar Chillida Belzunce como antídoto para los que vivimos y recordamos y su pintura sobre el corazón de todo. Alma dibujada con la tensión de una ola a punto de explotar, la cresta con la espuma, la brisa que la acompaña, la plenitud de la curva de mil azules que tornan verdes. Y el ruido de la explosión que devuelve todo al punto exacto donde ha comenzado: el mar, todos los mares, nuestro mar.

De sus pinceles salen cuadros que me hacen volver a casa. Porque pinta mirando desde la ventana. Casa y ventana, que en Literatura para mí son los Hobbits de Talkien, y sus casas, redondas y cómodas, donde el comfort prevalece sobre el lujo, donde lo nuestro cobra sentido en lo que es tuyo, donde el proceso de conocimiento se da cuando aprehendes, es decir, que lo reconoces y lo haces como tuyo.



Si dejamos la Literatura y entramos en el Arte, a mí me gustaría explicar que lo que me produce mirar con Eduardo Chillida Belzunce por sus ventanas son sensaciones como laberínticas. Son las de los laberintos que recorres para poder volver a mirar desde donde has elegido vivir. Puede ser complicado. Y puede complicarse mucho más. Pintada, la sensación puede ser como las refleja un genio como Escher:


Y entonces, quiero seguir escribiendo y me llega un catálogo que me envía Susana Álvarez y me doy cuenta de que, ‘Más allá del Horizonte’, alguien ya lo ha dejado escrito por mí. 

El texto, es el siguiente: 

"Cuando era pequeño, una de las cosas que más me gustaban era subir a la Peña del Ballenero, una atalaya en lo alto del monte Ulía desde donde se divisa un ancho horizonte líquido y desde donde imaginaba a los balleneros vascos anunciando la presencia de ballenas y transmitiéndolo a través de toda calse de señales hasta que llegaba al puerto y de ahí salían a la caza a bordo de las frágiles chalupas.

Más adelante descubrí otros horizontes más allá del Cantábrico, algunos de la mano de Emilio Salgari y otros de Pío Baroja, acompañando a Zalacaín, Shanti Andía y sobre todo al Capitán Chimista, mi favorito. Supongo que fue en aquel tiempo cuando el deseo de viajar, descubrir otros horizontes y conocer a otras gentes me impulsó a estudiar Filología, con la idea de ser profesor en el extranjero y también a escribir, ya que como la lectura era el mayor placer de mi infancia y mi adolescencia, decidí ser escritor. De esta manera una vez me licencié en la que entonces se llamaba EUTG, pude realizar estancias en Francia y en Estambul, lugar al que dediqué mi tesis doctoral sobre los viajeros hispánicos en lo que fue la capital otomana y ya, dentro del Instituto Cervantes, en Bierut, otra vez Estambul y por último Damasco, lo que suma más de una década en el medio Oriente.

Por eso cuando Susana Álvarez, comisaria de la exposición ‘Más allá del Horizonte’ me propuso exponer los cuadros de Eduardo Chillida Belzunce en Damasco acepté encantado, sobre todo por la idea de traer a la capital de Siria todas estas visiones del mar de mi infancia, la playa de Ondarreta donde aprendí a nadar en la balsa de Yoldi, la Bahía de la Concha, Urgull y más allá Ulía, a donde sigo subiendo a la Peña del Ballenero esperando divisar el surtidor o la cola de una ballena hundiéndose en ese mar que tanto he echado en falta a lo largo de todos estos años de ausencia".

Este texto lo firma Pablo Martín Asuero en el catálogo de la exposición ‘Más allá del Horizonte’, donde Chillida Belzunce presentó sus cuadros en el Instituto Cervantes en Damasco. Un día os hablaré de Pablo, con quien casi me he visto en media docena de ciudades, que incluyen San Sebastián, Granada, Estambul o Aleppo, en viajes paralelos de vidas parelelas que se unen con Txuri, mi hermana, su gran amiga.

Pablo Martín Asuero ha logrado en estos párrafos definir el arte de Chillida Belzunce cuando pinta la bahía de la Concha, nuestro mar, en ese necesario proceso hermenéutico en el que una obra nunca está terminada hasta que es interpretada por el espectador. 

El proceso hermenéutico de la obra de Chillida Belzunce filtrado por Pablo Martín Asuero ha logrado expresar con palabras las pinceladas. El resultado es el antídoto para los expatriados voluntarios que, como bien escribe Pablo lo que pinta Eduardo: "ese mar que tanto he echado en falta a lo largo de todos estos años de ausencia".

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